miércoles, 17 de octubre de 2007

memorias del fútbol y otras cosas

Debo confesar que al principio, cuando era pequeño, no me gustaba el fútbol. Recuerdo la conmovedora tozudez con la que mi padre me llevaba al antiguo estadio de la ciudad, esperando inocular en mí la devoción al balompié, mientras me preguntaba en medio del partido –mi cara tenía que ser un poema- si me aburría. “No, qué va, estoy atento”. Yo ya por aquellos años, evidentemente, había descubierto las mentiras piadosas, que eran las únicas que según mi madre y el cura, un tipo bastante remilgado, no te llevaban de cabeza al infierno. A mí eso había empezado a dejar de importarme, pero lo de entristecer al viejo era otra cosa. Eso me sigue pasando. Procuro no entristecer a nadie de los que tengo alrededor, incluso si son despreciables o me importan un pimiento.
Lo que me pasaba era que no entendía los arcanos que regulan este deporte, el bello mecanismo de precisión que se esconde detrás de un buen partido –algo achacable, todo sea dicho, a que el equipo estaba por entonces en Segunda B. Eso explica muchas cosas-. Para mí, un ratón de biblioteca repelente insaciable e insociable por aquellos años, el fútbol era una cosa populachera, la zanahoria del caballo, el sustento de los vulgares. Todavía me encuentro por ahí a estirados culturetas de salón que defienden esa idea. Peor para ellos. Uno no debería dejar este mundo sin probar todas las formas de belleza que pueda, por mucho que estén manchadas de utilitarismo interesado o de formas de dominación –qué culpa tendrá la belleza, qué culpa tendrá la flor en el ojal de Bush, qué culpa la pobre águila en el escudo de bronce-. Todos estamos salpicados de eso y no por eso dejamos de intentar amar y saborearnos.
Aunque al final perdamos el partido, pero eso ya es otra cuestión que será tratada más adelante.

1 comentario:

El misionero dijo...

En un tiempo en el que las personas están empeñadas en definir a las palabras da gusto encontrarse a palabras que definen a las personas. Da gusto encontrarse contigo, Iván.